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Racionalización y técnica moderna (página 2)



Partes: 1, 2

En la modernidad las
herramientas y
las máquinas
se encargan de operar sobre la naturaleza,
siendo esta el material sobre el cual se materializa un proyecto de mundo
moderno, numérico y racionalizado. Crosby, siguiendo a
Mumford, ha explicado como el antiguo modelo
simbólico venerable fue reemplazado por el modelo
pantométrico racional y abstracto de la modernidad. La
técnica moderna ovacionó a la máquina, que
pasó a ser el modelo perfecto de todo. "Colocar una cosa
en un lugar determinado y medir su duración llegó a
ser un requisito esencial para comprenderla." ¿Es esto
comprender según los griegos y según Heidegger?
¿Es necesaria la medición para comprender lo que se tiene
ante los ojos? Que algo sea correcto, no significa que sea
verdadero. Para llegar a la esencia del árbol hay que ver
eso que todos los árboles
tienen pero no es el mismo árbol.

En contraste con el punto de vista heideggeriano de la
técnica, Umberto Galimberti piensa en la misma como el
ambiente en el
cual el hombre
moderno está sumergido. La irrupción de la
técnica obliga al hombre a
repensar al mundo y a repensarse a sí mismo. Galimberti
considera que las categorías esbozadas por el hombre
pre-técnico ya han pasado su fecha de
vencimiento.

¿Es la técnica la esencia del hombre? La
técnica para este autor es "nuestro ambiente, donde fines
y medios,
objetivos e
ideas, conductas, acciones y
pasiones, e incluso sueños y deseos están
técnicamente articulados y tienen necesidad de la
técnica para articularse." Mientras que para Galimberti la
esencia del hombre técnico es la técnica, para
Heidegger no puede decirse semejante cosa. Es más,
Heidegger intenta pensar la técnica desde lo no
técnico, reconociendo que la esencia de la técnica
no es nada técnico y que "nunca experimentaremos nuestra
relación con la esencia de la técnica mientras nos
representemos y dediquemos solo a lo técnico (…)."
Si para Galimberti hay que repensar todo desde lo técnico,
para Heidegger es fundamental si se quiere comprender
verdaderamente a la técnica y su relación con lo
ente, salirse de lo técnico.

El
capitalismo y
la manía por la utilidad

La técnica moderna intenta encontrarle a todo un
uso y utilidad. Si se
ha canonizado la eficiencia, la
reducción de los costos y la
maximización del beneficio, podemos ver como la economía se ha vuelto
una ciencia
más que preferida, junto con las otras ciencias
exactas como la física y la matemática. Entonces Georges Bataille llega
a escena para tirar las estanterías. Él postula la
necesidad de pasar de una economía restringida, basada
únicamente en el intercambio de bienes
materiales y
monetarios, y en lo que es útil; a una economía
general que también ampare el derroche, la donación
y la perdida sin ninguna ganancia material. No todo lo que hace
el hombre es útil. Es obvio que el hombre no destina todas
sus energías a su conservación. Como escribe
José Ortega y Gasset, el hombre no pretende
únicamente estar en el mundo, sino que intenta estar bien,
a gusto, cómodo y confortable.

Para Bataille, la noción de gasto se atiene al
gasto improductivo, a lo que la lógica
capitalista entiende como desperdicio. El autor piensa entonces
en el sacrificio, en el deporte y en la joyería.
Toma la figura del potlach como arquetipo. "Los pueblos
americanos menos avanzados practican el potlach con
ocasión de cambios en la situación de las personas
–iniciaciones, matrimonios, funerales (…).
Está constituido por un don considerable de riquezas que
se ofrecen ostensiblemente con el objeto de humillar, de desafiar
y de obligar a un rival." El potlach es la perdida pensada
positivamente, la entrega de algo sin pensar en una
retribución. El potlach es anticapitalista. En el caso de
los pueblos americanos, se trata de una cuestión de
jerarquía.

Max Weber supo
presentar su tesis, la cual
adjudicaba al protestantismo calvinista la concepción
capitalista de utilidad. Según esta versión de la
historia, el
calvinismo con su teoría
de la predestinación es el antecedente de la moral que
ve el desperdicio con espanto. Las máximas de Franklin
constituyen un buen punto de apoyo. Según estas
máximas, el tiempo no debe
ser desperdiciado, medio día destinado a pasear por los
verdes parques significa medio día de paga perdido en
el trabajo.
También debe el hombre inspirar confianza, guardando
apariencia de honrado. El dinero
permite obtener más dinero. Todo
tiene su función en
relación a lo que materialmente puede obtenerse. Se trata
de una moral de la
productividad,
de ver la vida como una inversión, de una vida donde el que trabaja
es santo.

Surgiendo de los antiguos monasterios, las primeras
personas que se dedicaron a llevar una existencia racional fueron
los monjes. De hecho, Mumford al hablar del primer reloj
mecánico, habla de monasterios. Fue con la reforma
religiosa que tuvo lugar entre los siglos XIV y XVII, que
surgió el calvinismo. El dogma de la predestinación
sostenido por Calvino es fundamental para entender los
orígenes del capitalismo. Según esta doctrina, solo
unos pocos hombres estaban destinados por Dios para acceder a las
puertas del cielo, mientras la mayoría aguardaba una
tormentosa eternidad. El hombre estaba en la tierra para
servir y engrandecer la obra de Dios. Los hombres no deben hacer
el bien por interés de
ser salvados, pues sólo la gracia y la fe en la
salvación demuestran si una persona
está predestinada al cielo. Este abandono del sujeto
restaba importancia a las preocupaciones terrenales. Por el
contrario, para engrandecer la obra de Dios era sumo importante
tener mesura y hacer cosas útiles. Calvino "se
sentía instrumento de Dios y estaba seguro de
hallarse en posesión de la gracia." Esta concepción
del hombre como instrumento para los fines de Dios está
estrechamente vinculada con la instrumentalizad predominante en
el Calvinismo. Sin posibilidades siquiera de purgar sus pecados
por medio de la confesión, el hombre quedó sumido
en una vida metódica. El hombre es el administrador de
los bienes de Dios. Así, la actividad del lucro se
expandió por occidente, tomando la forma de la mesura, la
contabilidad y
el criterio de utilidad propiciados por la técnica
moderna.

Bataille no piensa que la sociedad toda
deba dedicarse continuamente al potlach. Piensa que la sociedad
se sostiene entre la satisfacción de las necesidades
básicas para la vida y la perdida injustificada de bienes.
Se trata de vagar entre lo útil y lo inútil. No se
puede tirarlo todo porque eso significa resignar la propia
manutención. Pero es evidente que el hombre no siempre
puede hacer un uso útil de las cosas. Bataille observa que
el gasto inútil sigue existiendo en la edad moderna,
pero este es ocultado como si fuera deshonroso. Hay una
tensión entre la satisfacción del deseo (que
implica el gasto improductivo) y los ojos que se orientan hacia
el futuro (implicando el trabajo
productivo).

El dinero es ese nivelador que permite medir las
mercancías con una misma vara. El dinero no es otra cosa
que la cuantificación objetiva de lo que una cosa vale,
que facilita su intercambio al establecer un patrón de
ordenamiento y de comparación entre cosas cuya naturaleza
difiere. Este punto es observado por Mumford como otra forma de
abstracción del mundo. Ahora todo es dinero. El hombre,
con su fuerza de
trabajo, deviene en poseedor de un valor de
cambio que es
capaz de enajenar por una determinada cantidad de horas. La
técnica moderna, junto con el capitalismo, ve a su mundo
circundante como lleno de utilidades.

El
hombre como recurso

El hombre está provocado a provocar. ¿Es
entonces el hombre, en tanto es provocado, parte de lo constante?
El hecho de que se trate al hombre como recurso humano da algunas
indicaciones a este respecto. En la sociedad moderna en la que
vivimos las empresas
capitalistas cuentan con departamentos enteros destinados a
seleccionar material humano. Estos departamentos seleccionan
dentro del constante que es la mano de obra, los elementos
más útiles para sus fines. Pero podemos ir
más lejos: Las empresas que se hacen llamar "consultoras
de recursos
humanos", son empresas especializadas en la búsqueda
de personal para
otras empresas. Algunas llegan a ser incluso internacionales. Al
ser internacionales, esto significa que pueden buscar material
humano para empresas de casi todo el mundo. Así se logra
una búsqueda exhaustiva de mano de obra, rastrillando
todos los recovecos que la geografía permite
para obtener los mejores materiales. La naturaleza a
través de la técnica moderna puede proporcionarlo
todo al hombre, incluso hombres. Aún así, surge una
diferencia. Si el hombre está provocado a provocar,
entonces ese provocar que provoca al hombre es primero ante el
provocar del hombre a la naturaleza. Heidegger lo explica mejor:
"El hombre está pro-vocado más originalmente que
las energías naturales (…)."

La interpelación provocante por medio de la cual
la técnica "despierta" a la naturaleza refiere a lo que
Heidegger denomina lo dispuesto. "Lo dis-puesto significa lo
reunidor de aquel poner, que pone al hombre, esto es, lo provoca,
a desocultar lo real en el modo de establecer en cuanto lo
constante. Dis-puesto significa el modo de desocultar que impera
en la esencia de la técnica moderna y que él mismo
no es nada técnico." Si estamos hablando de lo dispuesto,
estamos hablando de una forma de desocultar que acontece de forma
apropiadora.

Bookchin observa que la técnica moderna pone al
sujeto en una situación peculiar. Acoplándose con
la idea de recurso humano esbozada anteriormente, el autor piensa
que la subjetividad del hombre que produce, se disuelve en la
mera cosificación. Es decir, el sujeto no es más
sujeto. Si no podemos distinguir individualmente entre la masa de
objetos que es una cuantiosa producción de sillas, tampoco podemos
distinguir individualmente entre una legión de habilidosos
ingenieros. Como bien comenta Mumford, "En su afán de
adquirir poder el
hombre intentó reducirse a sí mismo a una
abstracción (…)." A este respecto, Bataille tiene
un punto de vista análogo al de Bookchin, ya que admite
que el hombre en el reinante capitalismo condenatorio del
derroche pierde su condición de sujeto. Gino Germani
planteó la contradicción moderna de una manera
lúcida: "Por un lado la democracia
política
requiere hombres entrenados para el ejercicio de la libertad y de
la responsabilidad; por el otro los reduce a la
condición de cosas, de meros medios, para la mayor parte
de las horas útiles de su existencia."

Ortega y Gasset plantea a la técnica como la
forma que tiene el hombre para modificar el medio ambiente
hostil en el que vive. Se trata de un hombre para el cual es
necesario que el mundo se adapte a él. De esta manera se
acerca a la concepción de técnica provocante que
definió Heidegger. Pero la técnica no remite a lo
que el hombre necesita para su mera manutención, sino que
remite a que el hombre logre su bienestar. El ser humano no
necesita sólo estar, existir; más bien le es
urgente estar a gusto, existir de cierta manera confortable. A
Ortega y Gasset le interesa la necesidad humana como necesidad
objetivamente superflua. "La técnica es la
producción de lo superfluo." Como señala Jorge
Acevedo cuando comenta las ideas del pensador español,
"(…) La técnica está supeditada a ese ser
sí mismo del hombre, a su programa vital
propiamente humano, (…) a su proyecto de existencia
inventado (…)." Ortega y Gasset, a diferencia de
Galimberti, reconoce que no todo debe ser visto desde la
técnica, y este es su punto de coincidencia con Heidegger.
Aún así, Ortega y Gasset aborda la cuestión
de la técnica teniéndola en cuenta como hacer
voluntario del hombre, destacando su lado puramente
humano.

El
peligro

La técnica provocante se ha constituido como
forma de dar sentido a las cosas, generando la ilusión o
la miopía de ser la única, por cierto. Es
totalitaria en tanto desprecia otras formas de conocimiento
por no ser tan exactas y precisas. La técnica moderna
trata de postularse como forma única de desocultar y es
eso lo que para Heidegger resulta peligroso. Dice Heidegger que
la esencia de la técnica es algo ambiguo. Esa
ambigüedad se encuentra entre lo dispuesto que provoca al
hombre a una única manera de desocultar. A raíz de
esta forma de desocultar el hombre corre el riesgo de no
llegar a la esencia de las cosas. "Precisamente en lo dis-puesto,
que amenaza arrastrar al hombre al establecer, como modo
pretendidamente único de desocultamiento y así
empuja al hombre al peligro del abandono de su libre ser,
precisamente en este peligro, (…) aparece la pertenencia
más íntima e indestructible del hombre a lo
confiador, en el supuesto de que nosotros (…) comencemos a
prestar atención a la esencia de la
técnica." Aunque provocar no se corresponda de ninguna
manera con el confiar, lo salvador se encuentra donde está
el peligro. Si por una parte lo dispuesto es lo provocante, por
otra puede verse lo confiador, "que permite al hombre perdurar en
su papel de custodio de la esencia de la verdad." Hertor
Schmucler retoma un verso del alemán Holderlin
"Allí donde está el peligro nace también lo
que salva. La condición es reconocer que allí
está el peligro."

Galimberti observa que la técnica ha dado un
salto cualitativo, encargándose de trepar desde su estatus
de medio hasta el estatus de fin. Al fin y al cabo uno de los
puntos de coincidencia de muchos autores es este carácter expansivo de la técnica,
que pretende volverse el proyecto primordial de la vida humana.
La técnica "se concibe como matriz en la
que se gesta la propia naturaleza del hombre." Además de
su carácter expansivo la técnica moderna expulsa a
los críticos, exclamando que ella es buena y que todo lo
que ella hace debe hacerse, pues es progreso humano. Galimberti,
contrariamente a Heidegger, termina negando la existencia de lo
extratécnico.

Ortega y Gasset, al reconocer la necesidad de un
programa pre-técnico reconoce que la técnica no es
solo una cuestión que debe cerrarse sobre si misma. La
técnica debe funcionar sobre la base del programa vital
que el ser humano se forja para sí mismo. Por su parte,
Bookchin plantea la gravedad de carecer de una matriz social en
la cual la técnica pueda insertarse siendo investida de un
significado social. Es necesario que la técnica moderna
"no pierda la razón". El problema técnico es
plantearse los límites,
reflexionar sobre los usos y las necesidades. Se trata de que la
técnica no lo haga todo por el simple hecho de que puede
hacerlo.

II

El
tiempo en rebanadas

En los tiempos actuales estamos acostumbrados a trozar
el tiempo como el carnicero troza la res. En los televisores, en
las computadoras,
en los diferentes lugares públicos y en nuestras propias
casas hay aparatos que se encargan de indicarnos
cuantitativamente en qué momento del día nos
encontramos. Yo, al momento de escribir esto, tengo una
rebanadora de tiempo portátil ajustada a la muñeca
de mi mano izquierda.

Al hablar de horas, minutos y segundos estamos hablando
de una concepción abstracta del tiempo, un tiempo capaz de
ser fragmentado hasta en unidades que usualmente no reparamos
como los milisegundos, centésimas de segundo y otras.
Existe la representación temporal como proporción:
un cuarto de hora, media hora, medio día, un cuarto de
siglo, etc. El tiempo abstracto hoy en día es necesario.
Es necesario porque respetando los horarios hay orden, o al menos
en teoría debería haberlo. Se registran horarios de
entrada, salida, recreos, tiempos de ocio, duraciones de
entretenimientos varios, duraciones de estadías, de temas
musicales, de tiempos de lectura y
hasta el libro de
records Guiness se encarga de registrar cuanto tiempo puede un
hombre sostener una plato de porcelana sobre una varilla apoyada
en su mentón. Incluso el retraso de una persona puede ser
calculado. Uno puede llegar media hora tarde, quince minutos
tarde, cinco minutos antes de la hora de llegada. La llegada en
punto es valorada muchísimo en la era del tiempo
abstracto. Llegar "en punto", o ser puntual, significa estar
exactamente en el lugar indicado dispuesto para hacer lo que se
tenga que hacer en el momento de hacerlo. Así como el
reloj mecánico permite la exactitud del "en punto",
podría decirse que para muchas personas se inventó
para que simplemente pudieran llegar tarde.

"La aplicación de los métodos
cuantitativos del pensamiento al
estudio de la naturaleza tuvo su primera manifestación en
la medición regular del tiempo, y la nueva
concepción mecánica del tiempo surgió en parte
de la vida diaria del monasterio." La vida ordenada imperaba
dentro del monasterio y recién durante el siglo XIII
apareció el reloj mecánico en las ciudades. Por
supuesto, los primeros en tener semejante rebanadora temporal
fueron las clases más pudientes. El reloj mecánico
es el modelo perfecto de la máquina. Si funciona
adecuadamente es preciso, siempre sabe cuando es ahora y permite
sincronizar las actividades humanas formidablemente. Mumford dice
que el reloj rige nuestro tiempo desde que nos levantamos hasta
que nos vamos a dormir. Pero, he de agregar: ¿Quién
demanda que
nos levantemos a semejante hora de la madrugada para ir a
trabajar, o a estudiar o a lo que sea? El reloj, precisamente el
apellidado "despertador", con su frenético bip-bip-bip.
Nosotros podemos entregarnos a nuestras horas de sueño,
mientas el incesante reloj sigue trabajando. Incluso las horas de
descanso y de ocio están supervisadas por el reloj. "Todo
es su justa medida". Si se descansa demasiado se es un
holgazán. Si se trabaja demasiado, quedaremos rendidos por
no "tener vida".

El tiempo es medido por el reloj mecánico, que
nos permite incluso separar una fracción exacta medida del
tiempo. El tiempo abstracto puede ser visto pasar de forma
más lenta en una repetición de una jugada de un
partido de fútbol. Puede ser visto viajando hacia
atrás con los trucos de las cámaras
cinematográficas. Todo lo que constituyen las tomas
televisivas y radiofónicas de archivo son
fragmentos de tiempo abstractos que fueron capturados para
condenarlos a la repetición. El tiempo orgánico es
la percepción de sucesos, como el de hervir un
huevo o esperar la llegada del retrasado tren. Se mueve en un
solo sentido y no hay forma de detenerlo. El tiempo
orgánico es el tiempo que se escurre entre las manos como
granitos de arena que jamás podemos retener. El tiempo
orgánico sólo puede ser congelado por medios
tecnológicos en forma de tiempo abstracto.

El tiempo perdido

La concepción abstracta de tiempo remite a la
cuantificación. La cuantificación permite la idea
de que el tiempo pueda ser economizado. "Piensa que el tiempo es
dinero", decía Benjamin Franklin. Para capitalismo la
noción abstracta de tiempo es fundamental, pues como
comenta Marx, ha de tener
en cuenta el tiempo socialmente necesario para la
producción de cualquier mercancía.

En relación a ese tiempo y la cantidad de horas
trabajadas por el obrero, se podrá establecer el salario y la
plusvalía. El concepto
capitalista de productividad se apoya necesariamente sobre la
idea de reducción del tiempo socialmente necesario, la
minimización de los costos y las maximización del
beneficio. Mientras menos se tarde en hacer una silla, más
sillas se podrán hacer en una X cantidad de tiempo. Es
aquí donde se produce un choque entre la ideología tradicional y la capitalista. Un
ejemplo lo constituye el salario a destajo, que como explica
Marx, intentó hacer ver a los trabajadores que si
trabajaban más podían ganar más, pero ellos
invirtieron los términos y pensaron que podían
ganar lo mismo que antes y trabajar menos. El tiempo que no es
productivo en la vida del capitalista es tiempo desperdiciado,
según las leyes morales de
Franklin.

También, con respecto a pagar las cuentas es
importante el tiempo, pues quien paga puntualmente es respetado
por ello. Tomando como base las ideas calvinistas, el hombre no
debe mal gastar su tiempo en actividades sin sentido. Debe
dedicarse a engrandecer la obra de Dios. El tiempo es tiempo
dedicado a la útil obra divina. Los desperdicios son
actividades irracionales que sólo desagradan al
Señor.

La abstracción del tiempo es funcional al
régimen del capitalismo por su utilidad, por su
practicidad, por como distribuye y ordena las fuerzas productoras
para que sean más eficaces y eficientes. Criticando las
nociones económicas vigentes, Bataille da cuenta de la
experiencia temporal que tiene el individuo cuya
vida pretende regirse únicamente por la utilidad de las
cosas y las acciones. La acción
útil y el intercambio económico moderno constituyen
actividades que miran hacia el futuro. Las acciones que abrazan
el deseo son las que tienden a ser satisfechas en el presente, en
las que el individuo pretende únicamente el goce en el
aquí y ahora, sin preocuparse por lo que después
vendrá. Es en relación a este punto donde Sigmund Freud
introduce su tesis del Malestar en la Cultura. El
fundador del psicoanálisis postuló que la
tensión entre el deseo individual del sujeto y los deberes
para con el resto de la sociedad son un punto de tensión,
que lejos de resolverse solo se agrava. Siendo incapaz de
satisfacer sus deseos, se ve dedicado a la sublimación de
sus pulsiones y al mantenimiento
del orden social. Entonces se gesta esta enemistad entre el
hombre y la cultura, que no hace más que privarlo de la
satisfacción de sus deseos en el presente, para asegurar
la subsistencia de la sociedad en un futuro.

Dice Bataille, que una de las diferencias entre el
hombre y el resto de los animales es que
los últimos viven en un presente continuo, que no miran
hacia al futuro. El animal no humano no es conciente que
algún día la muerte le
llegará. El animal "sigue viviendo en la inmediatez y la
indistinción, sigue experimentando la vida como una
continuidad que nada interrumpe." El sujeto humano, cuando ha
tomado distancia del mundo que lo rodea, llega a ser conciente
del paso del tiempo, de un pasado que vino antes que el presente
y mucho antes que el futuro. Y en el futuro, se haga lo que se
haga, viene la muerte. Los
cálculos de expectativas de vida no son más que
intentos de determinar cuanto vivirá aproximadamente un
ser humano de tal lugar. Entonces, la conciencia
humana, en miras hacia el futuro se prepara para utilizar los
medios a su alcance para la consecución de
fines.

La afirmación del presente, para Bataille, es el
gasto improductivo. En este tipo de gasto, que no presenta
recompensa material alguna, tiene por tiempo de
realización solo y únicamente el presente. El gasto
improductivo se consume en el presente y no tiene futuro. El
sujeto entendido psicoanalíticamente, quiere descargar sus
energías libidinosas. La retensión y la
postergación de esa descarga no produce más que
displacer. "El trabajo exige la negación de la
satisfacción inmediata del deseo y la subordinación
del presente a un fin lejano." El tiempo para el hombre no es
eterno, sino que fluye y nunca se puede ir sin dejar un poco de
su juventud. A
través del gasto improductivo el hombre se libera de la
cosificación en la que está sumido por la
técnica utilitaria, pero esa liberación como acto
de soberanía no se sostiene en el tiempo. En
la sociedad moderna, Bataille destaca que la perdida por
sí misma sigue estando, pero que las personas la practican
de manera oculta, avergonzada y privada. Dice Weber: "El tipo
ideal de empresario
capitalista (…) aborrece la ostentación, el lujo
inútil y el goce consciente de su poder; le repugna
aceptar los signos
externos del respeto social
del que disfruta, porque le son incómodos." La vida que se
rige por la técnica moderna de lo útil, es una vida
que mira continuamente al futuro, intentando no prestar demasiada
atención al presente.

Desde u punto de vista diferente y planteando las cosas
en otros términos, Schmucler sostiene que el tiempo en la
era del tecnologismo es únicamente la "expansión
mimética del presente." Se trata un presente eterno, pues
el futuro ya está aquí, con nosotros. Se trata de
un presente que es futuro, pues el futuro ya esta establecido. La
técnica ya puede decirnos como será el futuro,
puede dibujarnos la imagen
constantemente, para que sepamos que el futuro no trae más
sorpresas que el presente. Tanto Bataille como Schmucler
sostienen una predominancia del futuro sobre el presente. Para el
primero, el tiempo moderno es un presente que mira constantemente
a un futuro. Para el segundo, directamente el futuro sustituye al
presente, poniéndose sus ropas y haciéndose llamar
por el nombre del que ya no viste.

Breve
historia de la concepción del tiempo a través del
tiempo

Los antiguos griegos pensaban que el tiempo era
cíclico. Se trataba de una concepción circular del
tiempo entendido como repetición y sin finitud. Tal como
la idea de progreso no podía ser totalmente ajena a las
mentes griegas, estas le adjuntaban la idea de debacle. Si bien
el hombre podía lograr mejoras en su manera de vivir, la
decadencia más tarde llegaría. "El mundo fue creado
y puesto en marcha por la divinidad y, al ser obra suya, era
perfecto pero no era inmortal y llevaba en si el germen de la
decadencia." Si bien una sociedad podía alcanzar su punto
máximo, su plenitud y desarrollar todo su potencial, una
vez alcanzado ese punto culminante los cambios posteriores
serían cuesta abajo. La idea griega de la futura
decadencia era incompatible con el ideal moderno de progreso.
Creyentes en un orden fijo del universo, no
podían concebir que el hombre lograra más mejoras
que las alcanzadas por las sociedades en
la cumbre de su tiempo.

Los habitantes del medioevo abrazaron la teoría
cristiana del tiempo, según la cual la vida ultraterrena
en el paraíso debía la verdadera
preocupación del hombre, y no su desarrollo en
esta vida. El tiempo y la existencia son creación divina.
El tiempo tenía un fin, es decir, no era infinito como
para los antiguos griegos. El fin de la historia era la
salvación divina y el encuentro con Dios. El fin de la
existencia del hombre ciertamente no se encontraba en el mundo
que lo rodeaba, sobre el cual podía ejercer cierto poder.
Si los griegos se mostraban pesimistas con respecto al futuro,
los cristianos les ganaban en aquel sentimiento, pues hablaban
del fin de todos los tiempos. Si al menos a los habitantes de la
antigua Grecia les
quedaba el volver a empezar, a los cristianos de la edad media no
les quedaba más que la salvación divina de la cual
no todos estaban seguros.

En la edad media
Dios era el fundamento de la existencia del mundo. El mundo y el
hombre eran algo creado por otro, por el creador todopoderoso.
El renacimiento
(siglos XIV a XVII) implicó un cambio en la
percepción del tiempo, la concepción del hombre,
del mundo y sobre todo del porvenir. El hombre, ya constituido
como sujeto (subjectum) se volvió el gran fundamento.
Él es la referencia a través de la cual puede se
puede hablar del mundo circundante. Martin Heidegger extiende
explicaciones acerca de ese punto fundante que ha llegado a ser
el hombre seguro de su existencia en su libro "Caminos de
bosque". El mundo (lo ente en su totalidad) es concebible como
imagen, es decir, como representación. El hombre
constituido en sujeto podía modificar su ambiente. La
razón y la técnica lo ayudarían con eso. Las
mejoras de condiciones en esta vida adquirieron valor, un valor
por si mismos, como obra del hombre y de nadie más. Caemos
aquí en un punto de vínculo entre la tesis de Weber
y la explicación histórica de Bury. Si Weber, para
explicar los orígenes del capitalismo, entiende que el
calvinismo promovió las actividades productivas para
engrandecer la obra de Dios; Bury piensa en la era moderna como
un despertar del hombre, como un abandono de la
naiveté y la superstición medievales. Weber
entiende que la idea que los hombres tenían de su
relación con Dios sufrió un enorme cambio. Bury
plantea la emancipación del hombre frente a la presencia
divina.

Vivimos una historia sin final

Cuenta Franz Kafka:
Los hombres querían dedicar sus esfuerzos a la construcción de la Torre de Babel. Teniendo
por objetivo
semejante proyecto, planearon que les haría falta para su
consecución. Reconociendo que el saber de los hombres
adelanta, es decir, progresa y mejora, se pensó que la
arquitectura
conseguiría adelantos y que esos adelantos harían
que las generaciones futuras pudieran construir la torre
más rápido y mejor. Teniendo en vistas este futuro,
¿Valía la pena dedicar tanto esfuerzo en ese
momento? De empezar a ser construida la torre, seguramente las
generaciones futuras la derribaran para comenzar de nuevo.
Entonces se optó por construir una ciudad para los
obreros, que en el futuro deberían construir la torre.
Habiendo barrios más lindos que otros, se generaron
envidias, y esas envidias generaron conflictos en
los cuales corrió sangre.
Aumentó la destreza técnica, y con eso el ansia
guerrera.

Dos puntos me interesa recalcar en el breve relato de
Kafka. Por un lado el autor da cuenta de cómo los hombres
tenían conciencia de que la técnica mejoraba con el
tiempo. Creo que en el relato se usa a conciencia plena la
palabra "progreso". Es esta conciencia del ser humano como
potencia
modificadora del mundo que es característica de la
modernidad. Por otro lado, un Kafka siempre descreído nos
anuncia que la técnica trae consigo el desastre. La
técnica es capaz de progresar para variados lados, desde
la construcción a la destrucción.

La idea de progreso indefinido y ascendente se
popularizo como ideal de la ciencia
moderna. "La modernidad surge al mismo tiempo que la idea de
progreso, y está indisolublemente unida a ella", dice
Eduardo Subirats. El hombre, apoyado en a técnica moderna,
se imagina entonces como subiendo una larga cuesta o los
escalones de una escalera. La historia y el tiempo, son algo que
va hacía adelante. Ir hacia delante es entendido como
obviamente bueno, pues atrás se deja el pasado y la frente
alta recibe al por venir. Quien sabe donde termina el progreso
técnico. Quien sabe si siquiera termina. El ideal
técnico se propone como ilimitado y entonces la historia
deviene en la continua expansión de la técnica.
¿Qué queda en el futuro si no más
técnica? Entonces Schmucler nos acerca una
reflexión: "Sólo si se acepta la existencia de algo
estable en la naturaleza
humana, que permanece a través de la técnica,
puede pensarse en nuevos nacimientos, interrupciones de tiempo,
comienzos." Si no hay críticas hacia el progreso
técnico que promete un tiempo ascendente, entonces si
puede hablarse del fin de la historia. Subirats, al igual que
Galimberti, piensa que el hombre debe intentar dar cuenta de la
nueva era de la técnica replanteando su forma de ver el
mundo. Ahora bien, una nueva forma de ver el mundo es para
Galimberti asumir que todo lo que nos rodea es técnica,
mientras que para Subirats y Schmucler esa nueva forma debe venir
de la imaginación crítica
que cuestione y revise los ideales del hombre para con la
técnica.

John Bury escribió que el futuro es fundamental
cuando se habla de tiempo moderno. Hay una obligación para
con el futuro, pues debemos pensar en el porvenir. "Esta
obligación hacia la posteridad aparece como corolario
directo de la idea de progreso." El futuro es el destino de la
humanidad. Se presupone que el movimiento de
la humanidad es en una dirección deseable, buena; que los estadios
o momentos a ser alcanzados serán mejores que los
precedentes.

La historia es tiempo que ha adquirido sentido.
Según Galimberti, la era de la técnica hace que la
historia sea cosa del pasado, pues el tiempo que desprovisto de
sentido. "El carácter afinalístico de la
técnica (…) termina por abolir cualquier horizonte
de sentido (…)."La verdad de la técnica es la
eficacia, el
producir resultados. No está dentro de sus capacidades dar
sentido a las cosas y al mundo. El hombre ya no es más el
sujeto de la historia. Ese lugar es en la era moderna tomado por
la misma técnica que acciona sobre el mundo, y así
el ser humano deviene ahistórico.

Todos los autores pueden tener diferentes
interpretaciones y puntos de vista sobre cual es la
relación del hombre con la concepción del tiempo
moderno. De una forma u otra, anunciando o no el fin de la
historia, todos dan cuenta de que para el tiempo moderno el
futuro no es poca cosa. Sea viviéndolo como presente, sea
viviendo el presente pero mirando al futuro; el tiempo moderno
adquiere su sentido en relación al por venir. "La
esperanza de lograr una sociedad feliz en este mundo para las
futuras generaciones (…) ha venido a reemplazar a
(…) a la esperanza de felicidad en otro mundo." Sea como
sea, la modernidad no puede hacer más que pensar en el
futuro. De la capacidad crítica del hombre depende el
salirse de los ideales tecnológicos y técnicos, y
pensar el futuro de otras maneras.

Para terminar, le doy la palabra a Charles Dickens,
quien en 1859 escribió: "Era el mejor de los tiempos y el
peor; le edad de la sabiduría y de la tontería; la
época de la fe y la época de la incredulidad; la
estación de la luz y la de las
tinieblas; era la primavera de la esperanza y el invierno de la
desesperación; todo se nos ofrecía como nuestro y
no teníamos absolutamente nada; íbamos todos
derechos al
cielo, todos nos precipitábamos en el infierno. En una
palabra, a tal punto era una época parecida a la actual
que algunas de sus autoridades mas vocingleras insistían
en que, para bien o para mal, se la tratara sólo en grado
superlativo." La modernidad fue un tiempo de gran
exaltación y promesas en que algunos todavía creen,
otros examinan y otros ya han tirado a la basura.

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Tomás González Canosa

UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

Facultad de Ciencias Sociales

Carrera de Ciencias de la
Comunicación

SEMINARIO DE INFORMÁTICA Y
SOCIEDAD

Partes: 1, 2
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